Albedo. Milagros Serritiello
Del 06 de junio al 04 de julio de 2010
Los más elevados procesos de la alquimia no requieren trabajo mecánico; éstos consisten en la purificación del alma y en transformar el hombre animal en un ser divino”
Franz Hartmann (1832-1912)
El término albedo, refiere en la alquimia -como investigación de la naturaleza-, a la segunda fase de conversión del metal, en oro; la sustancia a transmutar, de color blanco intenso, se encuentra en estado líquido. Sin embargo, en la alquimia como disciplina espiritual y filosófica, albedo simboliza la evolución del taumaturgo: de la ignorancia a la iluminación, desde las sombras y la oscuridad del inconsciente, a la plena consciencia de armonizar mente, emociones y acciones, en un pensar, sentir y actuar cónsonos, resultando de ello, una mejor persona. El albedo es el paso a la luz, simboliza la pureza, es la etapa de encuentro de los contrarios, de la concordancia, de la conciliación. Remite también esta expresión, a la capacidad reflectiva de una superficie, que sin brillar con luz propia, irradia una luminosidad particularmente intensa.
Resulta por demás interesante, esta denominación -Albedo-, al trabajo reciente de la escultora y pintora venezolana Milagro Serritiello. Un total de 14 piezas de cuidada factura conforman la muestra, teniendo como soporte la transparencia y reflectividad del acrílico, en variedad de formas, con impecabilidad de cortes y ensamblajes, en algunos volúmenes. En otras obras -bidimensionales-, la artista muestra una paleta de colores fresca y alegre, que va desde los blancos a la profusión de amarillos, verdes, morados, violetas. Serritiello ha dado el salto -de una obra desgarrada, intensa y emocional traducida en gran fuerza gestual-, a un trabajo eminentemente femenino, en diálogo armónico y equilibrado, en un reconocimiento de los opuestos: causa-efecto, bien-mal, masculino-femenino, sin perder por ello, su fuerza expresiva. La significación de su trabajo guarda profunda relación con los contenidos psicológicos del padre de la psicología analítica Carl Gustav Jung (Suiza, 1875-1961) y su proceso de individuación. Comenta la artista: “Para trabajar mi obra, yo me he trabajado. Mi motivación hacia la psicología es desde edad tan temprana, como mi inclinación al arte”. Y es que Serritiello ha expresado que suele recurrir a imágenes oníricas, a sus recuerdos y a su intuición, al “yo” individual integral y cónsono, traducido en la construcción de planos, de espacios intangibles a través de la superposición de transparencias -acrílicos-; de lo que ella distingue como espacios de la mente.
La palabra escrita como parte del discurso plástico, tiene también presencia como elemento formal en su trabajo. En las primeras décadas del recién terminado siglo XX, Picasso y Braque asumen la técnica del collage con la inclusión de la escritura, en sus obras de 1912.
Fue asimismo un medio empleado por los surrealistas en sus exploraciones del inconsciente y el azar. En esta oportunidad, Milagro Serritiello retoma justamente la palabra manuscrita en el soporte impecable y transparente del acrílico, como complemento indispensable y de gran carga simbólica. Una escritura, en oportunidades de trazo suelto y minimalista; en otras, enrevesada, cerrada, angustiosa quizás. Sin embargo no son textos legibles -a menudo escritos al revés-, sino apenas alegorías, referencias caligráficas, símbolos, que hacen de este trabajo, obras “crípticas” que deben ser “descodificadas” -no ya por la artista, sino por el espectador como receptor del mensaje-, para poder descubrir su verdadero significado.
Lieska Husband de Hernández
Texto Perán Erminy
Los símbolos de Milagro Serritielo
Perán Erminy
En el arte venezolano actual casi nadie cree en los mitos ni recurre a los símbolos para nada. Vivimos plácidamente sumisos a la dictadura de la razón, o peor aún, a una razón disminuida como un instrumento práctico. El arte nuestro se reduce a la mera materialidad inmediata de la obra, sin remitirnos a nada exterior a ella. Las excepciones relevantes son escasas. Mario Abreu es una de ellas. Reverón es otra, más oscura, más velada. Lo de Pedro Centeno son alegorías narrativas, no símbolos. Mauro Mejías se asomaba a lo inconsciente sólo como fuente morfológica de sus paisajes volubles y viscosos. En el arte actual se ha dicho que Felipe Herrera es el único pintor de símbolos zuréales, pero no es cierto en ninguno de los dos términos, aunque se tomen sus imágenes como símbolos que dejaron de serlos para ser traducidos como estereotipos del imaginario colectivo. Lo propio de los símbolos es que no se entiendan, no se dejan traducir a otras imágenes o palabras, ni se pueden explicar, ni siquiera por el psicoanalista mientras intenta descifrarlo en el inconsciente del paciente en terapia.
Nuestras excepciones artísticas, en un país donde extrañamente se han execrado las expresiones del inconsciente y de todo tipo de surrealidades, con la excepción de la poesía, son, en materia de símbolos y de mitos, las de Emerio Darío Lunar, Pájaro, Jacobo Borges, Miguel Von Dangel, Carlos Zerpa, Javier Level, Héctor Fuenmayor, Pedro Terán, Nan González, Lihie Talmor, Luis Alberto Hernández, Wenemoser, Suwon Lee y algunos más, además de ciertos visionarios compulsivos.
En esta misma categoría ilustre de excepciones, cabe añadir el nombre de Milagro Serritielo, quien se dio a conocer, hace más de una década, como escultora y pintora. Su pintura era informalista, de manchas y trazos gestuales impulsivos y escuetos (el informalismo hace aflorar lo inconsciente). En la escultura escogió como material el metal, el hierro. La palabra metal viene de la voz griega “metallon”, cuya raíz “mes” era el nombre de la Luna, cuya luz agita las almas. Los herreros eran mal vistos y excluidos de la comunidad, por el origen de los minerales y por la relación de la fragua con el fuego subterráneo, vinculado con el infierno. El trabajo de Milagro Serritielo se fundamenta en la purificación y la transmutación, como el de los alquimistas. La alquimia lograba “sacarles el aliento” a los metales. El artista también le extrae el aliento, es decir, el alma, al metal. Es el “solve y coagula” hermético, el cielo y la tierra, o “terra et coeli”, o tellus (tierra) et coelli, que ínter e intra-lingüísticamente deriva fonéticamente en Serritielo, que en este caso no es un seudónimo sino el apellido real de la artista. Igual que su nombre, también premonitorio. El Milagro, en este caso, no es el de Urano, pero es la acción “uraniana” del momento de la unión de la cólera del Caos con la emergencia de la creación (fue ese el ideal mítico del Informalismo profundo, ignorado en Venezuela), y el anhelo unificador “conciliar los opuestos”, o de unidad de los contrarios, en coincidentia opositorum.
Según Nicolás Flamel el alma del mineral está en los metales. Si se trabaja con ellos no se tendrá éxito si no interviene el alma del artista, como lo hace M.S.
No deja de extrañar que Milagro Serritielo decidiera dejar al descubierto su juego de ocultaciones al sacar de su inconsciente sus candados y sus llaves, como símbolos obvios. Tal vez como respuesta a la agresión oficial desatada contra todo lo privado y contra toda privacidad, coincidiendo con la invasión creciente de lo público sobre lo privado. Aunque en su caso no se trataba de una expresión de angustia ante la amenaza a su privacidad, sino a su intimidad, a su íngrima interioridad, ella asumió el mostrarse celosa de guardar sus secretos, de preservar “el fondo de sus abismos” como decía Baudelaire.
La llave era la clave. Sirve para abrir y cerrar. El candado es igual. Las llaves de Jano abren las puertas solsticiales. Jano es el guía de las almas; de allí su doble cara, una vuelta hacia la tierra y la otra hacia el cielo (Serritielo). La llave abre la vía iniciática.
El origen del mundo se sitúa en un ombligo, en el Omphalus, ombligo de lo increado. Simboliza la potencia vital que domina las fuerzas ciegas y monstruosas del Caos. Poder de regulación que se obtiene a través de un dominio interior, de una victoria sobre uno mismo. El Omphalus asegura la comunicación de uno con el caos primordial.
Otro de los símbolos persistentes de la artista es el de las puertas. La puerta se abre hacia un misterio. Es el lugar de paso entre dos mundos, entre lo conocido y los desconocido, la luz y las tinieblas. Es la entrada hacia un más allá. La única salida.
Las puertas sagradas suelen estar protegidas por algo temible o poderoso. Detrás de las puertas de Milagro podría estar un Djvârapäla, que ella no se atreve a ver.
Las variantes simbólicas y expresivas de estas puertas son muchas, pero no podemos detenernos en ellas porque quedan aún otros símbolos, y otros tipos de simbologías en las obras de M.S. que ni siquiera hemos nombrado. Una de ellas es el de las escrituras manuscritas sobre las obras, como elemento plástico protagónico y a veces único en ellas.
La presencia de los escritos cumple al mismo tiempo varias funciones simbólicas, semánticas y plásticas en la misma obra, y esa coincidencia global nos plantea lo que ha debido ser el problema básico y central de esta introducción a la obra de la artista: el carácter de su lenguaje plástico y su aporte personal al arte venezolano. En este sentido, la evolución de su trabajo mantiene una notable cercanía con las experiencias novedosas de la plástica actual, asimilando las técnicas, los materiales y las concepciones que las caracterizan. Pero no los toma como modelos a imitar ni como moldes o recipientes vacíos, en los cuales ella vierta la expresión de su propia interioridad.
Esos lenguajes tiene que ser permanentemente personalizados y actualizados, vale decir, puestos en actuación, en movimiento, reanimados por otra dinámica. No son lenguajes de una identidad ajena y detenida. Son dispositivos reformulados que se activan como reacción especular con las ansiedades y tribulaciones que agitan al artista.
Los lenguajes plásticos actuales en Venzuela suelen ser formalistas y racionales. No son adaptables al mundo de los mitos y los símbolos, que corresponde a otro tipo de conocimiento, a otro nivel de conciencia.
El enlace plástico-literario que se advierte en muchas de estas obras es de una rara y sintética complejidad elocutiva, a veces simple y minimalista, y al mismo tiempo oscura y laberíntica. Sus efectos contrapuestos manifiestan las antagonías formales y discursivas que son constantes en la obra de la artista. Aquí la asociación de la palabra y la plástica no se parece a las de sus antecendentes: Juan Calzadilla, Luiz Mendes, Grone Romepri (Adrián Pérez), Luisa Richter, Dámaso Ogaz.
La experiencia de las obras de Milagro Serritielo nos estimula a la aventura de navegar entre los símbolos, así como Gastón Bachelard aconsejaba soñar sobre los sueños, y Kant razonar sobre la razón.
Parafraseando lo que Enzo Del Bufalo pensó sobre el pensar, diríamos que para M.S. pintar “es viajar por el camino de los signos en busca del origen del sentido”.