Línea Crítica 2
Desplazamientos cromáticos
Por Lorena González
Situaciones extrañas, improvistas y confusas, han sucedido en las artes visuales de la inestable Venezuela de los últimos tiempos. En los territorios ampliados que han generado tantos cambios para la cultura en nuestro país, uno de ellos ha sido la labor alterna que desde sus posibilidades algunas galerías y espacios independientes de la ciudad de Caracas han propiciado, brindando un lugar posible a manifestaciones y acontecimientos de la producción artística más reciente.
Con este espíritu BEATRIZ GIL galería (antes Galería Artepuy) decidió asumir el proyecto Línea Crítica como un proceso de investigación en el cual una vez al año se estudiarán algunos aspectos de la producción actual de artistas de diversas generaciones, en especial desde los componentes derivados de una nueva lectura de la tradición geométrica que las transformaciones y demandas de un contexto complejo han ido desplazando hacia otras inquietudes. Un trayecto que descendió desde la utopía moderna y el enclave constructivista hacia las exigencias críticas de una realidad contradictoria que tenía y tiene aún mucho que decir. La ruina política, las variables del cuerpo social, las metáforas de lo fragmentario, el caos urbano, la intimidad desajustada, los vacíos del populismo, las paradojas del afuera y el detritus silencioso de un progreso aparente, son algunas de las poéticas que han consolidado nuevos paradigmas en armazones que desde las marcas formales de una historia visual anterior también perfilan y reconstruyen otras agudezas e inquietudes sumergidas en las reflexiones, necesidades y abismos de su propio presente.
En esta segunda edición es el color nuestro tema central de trabajo. La herencia cromática que no solo consolidó importantes núcleos de acción en los ritmos vertiginosos de un movimiento abstracto cuyas derivaciones se desprendieron hacia la práctica geométrica, la reflexión lírica o la obra mural de corte constructivista, también encontró en el cinetismo y muy especialmente en la obra de Carlos Cruz Diez, una sistematización de frecuencias que respondían al ordenamiento de inquietudes filosóficas donde el color se liberó de las ataduras del formato para levantarse en el espacio expositivo y así consolidar una situación lumínica transitiva que se generara desde la confrontación in situ con la experiencia vivencial del espectador.
A este ejercicio contemporáneo de tratamiento del color le han sucedido una gran cantidad de nuevas prácticas. En la segunda edición de la muestra Línea crítica, hemos querido apuntar ciertos datos sobre algunos desplazamientos cromáticos usados por varios creadores actuales para potenciar y poner en evidencia sus reflexiones e intercambios frente a las alteraciones y problemáticas del entorno social, político, económico y cultural que les rodea.
Las desviaciones cromáticas y los contrasentidos del ejercicio formal del color puro se ven alterados por las tachaduras, superposiciones, veladuras y repentinos desprendimientos en la obra exhibida por Jesús Matheus, quien cabalga a contrapunto con la fusión urbano metafórica que reconstruye cartografías olvidadas en los trayectos pictóricos de los papeles de Pepe López y los telares matizados de Milton Becerra, estructuras donde se invocan nuevos actos de fe plenos de míticas horizontalidades.
Sumergido en la delicadeza significativa de los recursos y la fuerza del gesto para posicionar otras especulaciones visuales, los deslizamientos del joven Crixo Aponte se levantan desde el trazo del marcador hacia la evocación nostálgica de una geometría sensible. En el caso de Viollet Bule es la fotografía la zona de encuentro entre los testimonios solitarios del afuera y los engranajes que los matices del abandono urbano manifiestan en el día a día, y que son revelados por la captura crítica de una imagen que guarda secretas vinculaciones con las realidades tal vez prósperas que le precedieron.
Este mismo espíritu repunta en los collage e intervenciones de Rafael Rosas que bajo el nombre de Proyeciones ideales y Proyectos desesperados, confrontan una traslación de los símbolos e íconos del poder y el progreso que consolidaron todo un imaginario moderno a mediados del siglo XX, develando en un juego irónico de cortes, supresiones y vacíos los salpullidos que aún sobreviven en los resbalosos vericuetos de una identidad latinoamericana. Para Reymond Romero el color es una línea que desde la obra textil abarca una multiplicidad de circunstancias donde la tradición es deshilvanada y revisitada en cuerpos de trabajo que abrasan desde recomposiciones volumétricas de la serialización cromática hasta inquietantes incisiones del organismo social, los estereotipos sexuales y las diatribas hegemónico/subalterno desplegadas sobre blancas telas de bordado.
Finalmente la obra de Isabel Cisneros y Jaime Gili introducen desde los símbolos de la iconografía popular nuevas metáforas cromáticas de la abstracción cinética y abstracto geométrica: Cisneros, desde los destellos tridimensionales de objetos de consumo con los que reelabora grandes tejidos y engranajes de una vibrante y mordaz poética popular. Jaime Gili, desde un ejercicio pictórico con el color que respondiendo a los caminos de la impronta social que la abstracción ha insertado en la transitoriedad de la estructura urbana de nuestras ciudades, ha revitalizado desde hace varios años la fuerza cromática de esas marcas y de los imaginarios desarrollados en torno a ellas, para convertirse en uno de los mejores exponentes internacionales de nuestra pintura contemporánea.