El Arte Contemporáneo Latinoamericano encuentra su punto de quiebre en BEATRIZ GIL galería
El próximo jueves 26 de junio a las 7:00 de la noche, la Galería Artepuy será reinaugurada con el nombre de BEATRIZ GIL galería, e iniciará una nueva etapa de su proyecto con una muestra titulada Punto de quiebre 16 ensayos latinoamericanos, donde se exhiben las propuestas de ocho artistas venezolanos que la curadora Lorena González ha enlazado en consonancia, confrontación y encuentro, con las piezas de ocho creadores de distintos países de nuestro continente.
Después de diez años de intensa labor realizada por la Galería Artepuy, como plataforma de compromiso tanto para creadores reconocidos como para jóvenes emergentes de las artes visuales venezolanas, surge BEATRIZ GIL galería con la renovación de su imagen gráfica a cargo de la diseñadora Teresa Mulet, la remodelación de su espacio expositivo situado en Las Mercedes, y una extensión en sus líneas de investigación que propiciará el intercambio entre artistas nacionales y sus colegas de la región latinoamericana, según explica su directora Beatriz Gil.
“Este nuevo espacio servirá de puente entre las investigaciones que sustentaron nuestras acciones desarrolladas desde 2004 y este nuevo espacio vinculado con el apoyo, la promoción y difusión de las diferentes manifestaciones plásticas del arte venezolano; con lo cual también se propondrán nuevas conexiones con los escenarios, las relaciones y las cartografías del arte latinoamericano más actual”, puntualiza Gil.
Punto de quiebre –que permanecerá en exhibición hasta finales de agosto– es el primer proyecto de BEATRIZ GIL galería, y reúne obras de los artistas venezolanos Deborah Castillo, Isabel Cisneros, Pietro Daprano, Pepe López, Cipriano Martínez, Jesús Matheus, Bernardita Rakos, y Marcos Temoche; así como de los extranjeros Joâo Castilho (Brasil), Rodrigo Echeverri (Colombia), Darío Escobar (Guatemala), Mauricio Esquivel (El Salvador), Silvana Lacarra (Argentina), Jason Mena (Puerto Rico), Nydia Negromonte (Brasil), y Cecilia Paredes (Perú).
Concebida a partir del desempeño del arte contemporáneo del siglo XXI, en el que la tecnología y el mundo web 2.0 ofertan ilimitadas aperturas a todos los participantes de la cultura global, la exposición Punto de quiebre mide y relaciona las propuestas visuales de dieciséis artistas de generaciones distintas y contextos latinoamericanos diversos, que se insertan en el desarrollo de estas aristas tan características de nuestra contemporaneidad, tal y como lo señala Lorena González en el texto de presentación de la muestra.
A su juicio, obras a partir de obras, productos de consumo, retazos culturales, trozos de film, objetos varios, material web, sonidos reeditados, estereotipos, reciclaje y apropiación, son algunas de las destrezas y mecanismos que determinan el arte más reciente.
“A través de tácticas diversas y con la expectativa única de responder y preguntar a través del arte, revisitan y escamotean lugares donde la fotografía, la pintura, el dibujo, la performance, el collage, el video, la instalación y la escultura, se enlazan como las bases de una acción en plena resonancia con los tránsitos vitales del contexto y la experiencia particular del yo dentro de los vaivenes virtuales y las huellas materiales del ser social”, afirma la curadora.
En Punto de quiebre, la ruptura con las formas y los medios tradicionales de ejecución formal y conceptual vienen a levantar una sucesión de crónicas visuales cercanas entre sí, en donde todos los artistas dispusieron sus proyectos como una jugada verbal, un enunciado iconográfico alrededor de las distintas temáticas generales que los agrupan y que también podrían conectarlos transversalmente.
“Es por ello que se ha usado la figura del ‘ensayo’ como núcleo central de descripción y reunión de los distintos entramados formales que cada uno ha aplicado para este primer encuentro; una apuesta curatorial que también funciona como un proceso abierto en el diálogo sostenido con ellos y que en ambos casos trabaja como un campo de investigación compartido, dando como resultado una cartografía amplia, plena de evidencias e incertidumbres, de discursos visuales transitivos, de engranajes implícitos y elementos fugaces que van tras esa imagen plural que está intentando narrar y narrarse frente a las fracturas -individuales y colectivas- que inundan las mudables verdades de nuestra cultura contemporánea” puntualiza Lorena González.
El público podrá visitar esta exhibición desde el 26 de junio hasta finales de agosto, en los espacios de BEATRIZ GIL galería, ubicada en la Calle California con Calle Jalisco, en Las Mercedes; en horario de lunes a viernes de 10:00 a.m. a 7:00 p.m., sábados de 10:00 a.m. a 4:00 p.m., y domingos de 11:00 a.m. a 2:00 p.m. La entrada es libre.
Texto de Lorena González
Punto de quiebre 16 ensayos latinoamericanos
El siglo XXI se ha caracterizado por trazar una nueva geografía en el desempeño actual del arte contemporáneo. Dos ejes de acción, relativos y paralelos han dinamizado un complejo nudo de enlaces, novedades, descubrimientos y fluctuaciones: al alimón de las descollantes aperturas que la tecnología y el mundo web 2.0 ofertaron para todos los participantes de la cultura global se inició un ciclo donde el debate abierto comenzó a revelar nuevas zonas sombrías dentro de esas “supuestas verdades” compartidas por todos. Luego de una antesala plena de rupturas, de postulados teóricos, de conjeturas albergadas en el ejercicio humano y social de la escalada triunfal de la cyber-democracia, la nueva era sembró el desconsuelo de estridentes imposibilidades de conexión: guerras, desmanes, una miseria generalizada y un funesto desarrollo de neo-fundamentalismos reciclados que ya han devastado las lejanas esperanzas del progreso.
Sin embargo, la posibilidad individual ha surgido con empeño en medio de la crisis y el caos mundial que nos envuelve. Desde ese punto de quiebre que transformó las relaciones de lo particular con el entorno entre finales del siglo XX y los inicios del XXI, también se han develado nuevas estrategias de acción: eslabones donde el documento, la memoria, el testimonio y las diversas formas de asentar la fugacidad de la experiencia privada y colectiva anclan el poder de un individuo que ya no observa lugares soñados a dónde debe llegar para ser alguien, o inaccesibles utopías impuestas por otros que deben ser alcanzadas para encontrar algo. Ahora, más que nunca, las ilusiones particulares saben que es solo desde el constructo crítico de sus propias fronteras y desde su capacidad para aglutinar las voluntades que le rodean, el sitio real donde pueden y podrán consolidar un mejor lugar para sí mismo y para los otros.
En este sentido, las perspectivas del arte en general y muy especialmente del arte latinoamericano han transformado una buena parte de sus inquietudes, desviando esa área inicial insertada en la necesidad de colocar el propio discurso dentro de los movimientos legitimadores de la cultura foránea hacia una mirada interior mucho más plural, zona refractada de un arte que se levanta en el punto de quiebre de estas antiguas prácticas territoriales para presentarse como la reedición de una nueva sensibilidad, ahora focalizada en los propios problemas formales, conceptuales, políticos y sociales de los creadores, sin dejar de ser áreas de contenido capaces de albergar un carácter mundial-global.
Este ejercicio entra en conexión directa con varias de las pautas teóricas que para el arte actual ha introducido el crítico Nicolas Bourriaud quien se apropió del vocablo post-producción con la finalidad de concertar las señales de esa ebullición creativa distintiva de nuestro tiempo: empalmes donde la materia manipulada por el artista ha dejado de ser «materia prima» para elaborar «formas» a partir de productos culturales «in-formados» por otros; derivaciones artísticas donde el arte ya no es el aspaviento inédito heredado de la modernidad o la obra única capaz de sostener la verdad y la esencia de un lenguaje oculto. Ahora, son obras a partir de obras, productos de consumo, retazos culturales, trozos de film, objetos varios, material web, sonidos reeditados, estereotipos, reciclaje y apropiación, algunas de las destrezas y mecanismos que determinan el arte más reciente. La consecución de los procesos ya no guarda relación con las famosas rupturas formales de la vanguardia de turno o la necesidad latinoamericana de reinsertarse en las líneas de acción de este perímetro hegemónico. El acontecer que la globalización y la era de internet le han conferido a las relaciones entre autor, medios, lugares de difusión, obra y receptor, ha encaminado los procesos hacia la ilación de retazos donde la memoria, el fragmento, la historia individual y la metáfora serán las claves para una obra que más que asentamiento de verdades es discurso en proceso, periplo del sí mismo, puesta en escena de todas las inquietudes que ese sujeto artístico está tratando de convocar y transmitir.
En Punto de quiebre hemos querido medir y poner en relación las propuestas visuales de dieciséis artistas de generaciones distintas y de contextos latinoamericanos diversos (algunos residentes en países diferentes a su lugar de origen) que se insertan en el desarrollo de estas aristas tan características de nuestra contemporaneidad. A través de tácticas diversas y con la expectativa única de responder y preguntar a través del arte, revisitan y escamotean lugares donde la fotografía, la pintura, el dibujo, la performance, el collage, el video, la instalación y la escultura se enlazan como las bases de una acción en plena resonancia con los tránsitos vitales del contexto y la experiencia particular del yo dentro de los vaivenes virtuales y las huellas materiales del ser social. La investigación se inició sin temas específicos, pero poco a poco, en los intercambios desarrollados durante varios meses, miles de zonas en comunión vinieron a correr la cortina de ese lugar central que le dio el título a la muestra; Punto de quiebre, ruptura con las formas y los medios tradicionales de ejecución formal y conceptual que vienen a levantar una sucesión de crónicas visuales cercanas entre sí: desde los gestos efímeros, la permanencia de lo visual y las alegorías trashumantes de una presencia humana a contrapunto de la imagen (Joâo Castilho, Bernardita Rakos, Isabel Cisneros, Mauricio Esquivel); en las resonancias de un presente que reposiciona la historiografía latinoamericana, generando disposiciones fracturadas, residuos ancestrales y compendios críticos de una gran fuerza visual (Jesús Matheus, Silvana Lacarra, Darío Escobar, Cipriano Martínez); en los vínculos de la presencia, la acción del cuerpo físico y su relación con los elementos como foco que reinstala el ciclo vital de una memoria subterránea desprendida desde la referencia local hacia los vericuetos de la memoria colectiva (Nydia Negromonte, Cecilia Paredes, Pietro Daprano, Pepe López); hasta las señales de lo urbano, los olvidos de la historia oficial y sus contradicciones, así como las prácticas, movimientos y manipulaciones de un poder transfigurado y suscrito por relaciones ocultas y golpes ambivalentes en el día a día del ciudadano común (Jason Mena, Rodrigo Echeverri, Déborah Castillo y Marcos Temoche).
En Punto de quiebre todos los artistas dispusieron sus proyectos como una jugada verbal, un enunciado iconográfico alrededor de las distintas temáticas generales que los agrupan y que también podrían conectarlos transversalmente. Es por ello que se ha usado la figura del “ensayo” como núcleo central de descripción y reunión de los distintos entramados formales que cada uno ha aplicado para este primer encuentro; una apuesta curatorial que también funciona como un proceso abierto en el diálogo sostenido con ellos y que en ambos casos trabaja como un campo de investigación compartido, dando como resultado una cartografía amplia, plena de evidencias e incertidumbres, de discursos visuales transitivos, de engranajes implícitos y elementos fugaces que van tras esa imagen plural que está intentando narrar y narrarse frente a las fracturas -individuales y colectivas- que inundan las mudables verdades de nuestra cultura contemporánea.